Toda fotografía supone establecer una distancia inevitable entre la realidad y su representación. Es ingenuo pensar, como ocurría en los inicios de la actividad fotográfica, que una instantánea refleja el mundo tal cual es. Sean lo que sean las cosas en sí mismas, nuestra capacidad de conocimiento se limita a nuestros sentidos, razón e imaginación. Configuramos así una experiencia del mundo que retroalimenta sin descanso dichas facultades.
